Autora: Andrea A. Tovarish

Espero curarme de “ti” algún día, pronto.
Porque te sigo encontrando a cada paso,
porque te logro olvidar y, sin embargo, te invoco a cada instante.
Cambias de imagen, de nombre,
a veces eres más fuerte,
otras más delgado… pero las notas son las mismas.
Eres mi perfecto dolor y absurdamente te extraño.
Se dice que los sueños te mantienen viva,
pero también existen los que te conservan apagada.
Yo he confundido mis percepciones,
he tenido quimeras erróneas,
pero hoy comienza mi vida, mi camino,
donde tú ya no tendrás el control,
donde tú y yo ya no volveremos a bailar juntos,
donde tú ya no serás el amor,
donde mis noches no tendrán más el aroma a cenizas.
El beso no volverá a saberme a vinagre,
mis lágrimas serán de canela y no de agua quina,
y estas palabras ya no estarán mezcladas con jengibre,
pues de mis dedos brotará miel y no sangre.
Cuando yo decía “pasión, ilusión, verdad”
”tú” venías a mí llamándote en realidad “miedo, culpa, angustia”;
y “amor” aunque algunas veces presente, sólo algunas,
permanecía callado observando todo detrás del cristal.
¡Él nunca ha sido ciego ni mudo!,
es sólo que no tenía manos para romper la barrera
ni para quitarse la venda de la boca y gritar,
y tampoco tenía el valor para defenderse de mí.
Sólo paciencia, sólo llanto, sólo gemidos que nadie,
ni siquiera yo, quisimos escuchar;
y a cada espera fue mayor mi condena:
el temor a sentir, el escepticismo a la felicidad,
la adicción al dolor, el vagido estéril…
Pero hoy todos moriremos: “tú”, “amor” y “yo”.
Él se llamará “libertad”, “tú”: “nunca más”.
Y yo: “resurrección